
La Columna de Don Juan León | “El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma”
“El color es vida, porque un mundo sin color se nos presenta como muerto. Los colores son las ideas primordiales, los hijos de la luz”. Esta preciosa cita del escritor suizo Johannes Itten se erige como el despertar al tema que aquí tratamos.
¡Y seguimos coloreando!
Se me ocurre una ‘curiosidad colorística’ muy de moda:
Cuando éramos pequeños dedicábamos muchas horas a completar nuestras ilusionantes colecciones de cromos futbolísticos. Recuerdo, con añoranza, a aquellos jugadores que posaban en las láminas de aquellos álbumes ataviados con sus inmaculadas equipaciones y calzados con borceguíes negros, semienterrados en un tupido césped con una hierba de rabioso verde. ¡Qué contraste colorista! ¡Qué estética! Hoy, me causa estupor comprobar el mosaico de colores desplegados por las botas, tacos incluidos, de los futbolistas: azules, naranjas, rojas, rosas, verdes, policromadas, fluorescentes… ¡y hasta tonalidades distintas para cada pie! Los árbitros también se apuntan a la moda… ‘tiñendo o pigmentando’ sus azabaches uniformes tradicionales.
El pintor ruso Vassily Kandinsky fue fiel a su ministerio al escribir: “El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma”.
Si nos damos un paseo fluvial por la geografía mundial encontraremos ríos con cristalinas aguas de preciosas tonalidades, debidas a arenas, cenizas de erupciones volcánicas, cuarzo, lodos, plantas acuáticas, silicatos de aluminio que reflejan la luz solar, sedimentos… Ahí va un listado, en orden alfabético, de algunos de ellos, un auténtico deleite para el ojo humano:
Betsiboka (Madagascar)… rojo o rosa; Celeste (Costa Rica) … turquesa; Cerro Cristales (Colombia)… “cinco colores o arco iris” … rojo, verde, amarillo, negro y azul; Da (China)… negro; Huang-he (China) llamado… amarillo; Markarfljót (Islandia)… gris; Mekong (China)… rojo; Odeleite (Portugal)… “río dragón azul”; Verde (Arizona, Estados Unidos), afluente del gran Colorado… verde; Uvac (Bosnia – Herzegovina – Serbia) … distintos colores; Yangtsé (China)… azul; o el Yuan (China)… rojo.
En nuestros casi ocho mil kilómetros de litoral encontramos banderas azules, aunque también podemos disfrutarlas en el interior de nuestra piel de toro.
Exornan nuestras playas, de aguas salinas o dulces, y se trata de un galardón que otorga desde 1987 la Fundación Europea de Educación Ambiental a esas playas o puertos que cumplen una serie de condiciones, tanto ambientales como de instalaciones:
Paneles de información, ecosistemas, calidad del agua (muestras, vertidos…), gestión (guías, legislación, envases, vidrios, residuos, papel, plásticos…), seguridad (discapacitados, primeros auxilios, accesos, puestos de socorro, vigilantes…) y servicios (Protección Civil, aseos, casetas, duchas…).
En estas costas también observamos otras banderas con distintas tonalidades, que vienen a informarnos sobre la seguridad de los ‘chapuzones’:
Roja… se prohíbe el baño.
Amarilla… playas peligrosas.
Verde… aptas para bañarse.
Blanca con iconos de medusas… alta concentración de estos celentéreos.
Negra… prohibición total por riesgo extraordinario y grave para la seguridad de las personas, que pueden llegar al desalojo o a la intervención de cuerpos policiales.
Algunos de nuestros mares también se ‘disfrazan’ de colores: Blanco (noroeste de Rusia), Negro (entre Europa oriental y Asia occidental) o el Rojo (en el océano Indico, entre África y Asia).
¿Y las pistas de esquí que también lucen sus colores según su desnivel o grado de dificultad?:
Verdes… las más fáciles, para los que se inician en el esquí o en el snowboard y con una pendiente del 10 al 15 %.
Azules… pistas fáciles e intermedias con suave desnivel y un cierto grado de dificultad.
Rojas… nivel intermedio o difícil con pendientes hasta del 40 % y en ocasiones estrechas.
Negras… solo para expertos con un desnivel de hasta el 50 % y que habitualmente están ubicadas en las zonas más elevadas de la estación.
La estética personal de cada individuo también se colorea con las tonalidades de nuestros ojos: azules, celestes, grises, marrones, negros, verdes… o los matices de nuestros cabellos: albino, blanco, marrón, negro, pelirrojo, rubio…
¿Y qué piensan de nuestros adagios? La lista sería interminable, pero ahí van algunos, a modo de ejemplos y que conciernen a lo que aquí se intenta exponer. Obviamente, las interpretaciones son muy subjetivas y quizá discrepen de la mayoría de ellas:
“Hay gustos como colores”: es el más genérico de todos e indica nuestra gran diversidad de pareceres.
“Más vale una vez rojo que ciento amarillos”: hacer o decir las cosas en su justo momento.
“Prefiero ponerme colorado una vez que rosado muchas veces”: hay que tratar los asuntos, superficiales o espinosos, con claridad y a la cara. Sobre todo, para evitar los molestos y nada deseables malentendidos.
“A quien lo quiere celeste, no le cueste”: teoría de Maquiavelo sobre el fin y los medios. Es decir, no se deben escatimar esfuerzos hasta alcanzar el bien ansiado.
“La cabeza blanca y seso por venir”: ciertos ‘abuelos’ que, en lugar de ser juiciosos o ponderados, obran de manera irreflexiva.
“Duelos me hicieron “negra, que yo blanca ya era”: los padecimientos deterioran una enormidad.
“El que está a las verdes está a las maduras”: en todo proyecto diseñado por los hombres se participa tanto de los beneficios como de las pérdidas.
“Verde las has segao”: lo que en la naturaleza se recoge antes de madurar, en la vida real supone adelantarse a lo que va a suceder.
“A buenas horas mangas verdes”: la tardanza se manifiesta en su máxima expresión. Demorarse en demasía implica el no llegar a tiempo para resolver un problema. También se decía que los cuadrilleros de la Santa Hermandad creada por los Reyes Católicos llegaban siempre tarde al lugar de los crímenes.
“Vayan las verdes por las maduras”: debemos aguantar las situaciones que vienen mal dadas, así como disfrutar de las buenas. Evitar que nos engañen es una apreciación que también puede ser tenida en cuenta.
“Regostose el asno a las berzas, no dejó verdes ni secas”: puede estar relacionado con el egoísmo o la avaricia, porque es indudable e innegable que cuando algo nos gusta o apetece solemos tener pocos miramientos por conseguirlo. Otra postura maquiavélica.
“Por Todos los Santos, campos verdes y montes blancos”: estamos superando el periodo otoñal y ya se atisba el invierno contemplando los altozanos próximos.
“Es más raro que un perro verde”: equivale a encontrarse un ‘cisne negro’ o un ‘mirlo blanco’. Del primer color citado ha nacido en Golspie Sutherland (Escocia) un ejemplar. La madre, una ‘golden retriever’ que responde al nombre de “Río”, tuvo una camada de nueve cachorros y, entre ellos, a “Forest”. Del segundo color, sabemos que habitaban en Australia cuando fueron descubiertos por los europeos. Del tercero, el blanco… seguimos esperando.
“Reverdecer viejos laureles”: retomar la senda del triunfo que se tuvo, volver a cobrar notoriedad.
“La mancha de la mora con otra verde se quita”: el mal que algo causó solo lo puede reparar algo de la misma especie. Generalmente, se refiere al ‘mal de amores’, un desengaño se cura con un nuevo amor, más verde, más vital o joven. O lo que es lo mismo, después de una relación sentimental que se ha terminado, el dolor desaparece cuando se inicia una relación con otra persona.
“Jurado ha el baño, de negro no hacer blanco”: nadie puede sustraerse a su manera de ser.
“A la oveja negra, el lobo es la primera que ve”: en clara alusión al protagonista, al que pretende destacar o hacerse notar.
“Al mal panadero hasta la harina le sale negra”: ¡el que no sabe, no sabe! La incompetencia es su principal ‘virtud’.
“Pon tu culo en consejo; uno te dirá que es blanco, otro que es bermejo”: no es aconsejable solicitar opiniones a muchos sobre cualquier asunto, porque luego es prácticamente imposible tomar una determinación.
“De noche, todos los gatos son pardos”: en este refrán, oriundo de España, “pardo” es sinónimo de oscuro. Es en la falta de luz (penumbra) cuando no se distinguen las tachas de lo que se vende, no se perciben las imperfecciones o se disimula lo que se hace.
Se escuchan también locuciones como:
“Estar sin blanca”: una expresión que sigue formando parte del acervo lingüístico español muchos años después de que las monedas correspondientes (perra, cuarto, blanca…) dejaran de tener curso legal. La que nos ocupa es una antigua moneda castellana de plata (vellón), que estuvo circulando por primera vez desde 1334 hasta 1369 en tiempos de Pedro I y que dejó de acuñarse en tiempos de Felipe II.
“Pasar la noche en blanco”: el origen viene cuando ciertas órdenes de caballería exigían al aspirante pasar una noche de vigilia velando sus armas, antes de ser nombrados caballeros. Dicha noche era vestido con una túnica de color blanco y de ahí el dicho.
“Hay que poner negro sobre blanco todas las posturas”: expresar algo con claridad y sobre todo por escrito.
“Verde y con asas, alcarraza (*) o “Blanco y en botella”: se refieren a cuando la solución a un problema o cuestión cae por su propio peso. Resulta evidente o una obviedad, algo palmario y sin equívocos.
“Busca su príncipe azul (amor anhelado) o “Es de sangre azul” (aristocracia).
“Tiene carta blanca” (del francés ‘carte blanche’): cheque en blanco o libertad total para actuar (persona o grupos).
Los emoticonos del corazón (whatsApps) de nuestros móviles también aportan lo suyo:
Violeta… amor prohibido, amor oculto.
Negro… pérdida de un ser amado, físicamente o por desencanto.
Rojo… amor por alguien especial.
Amarillo… amor sin condiciones, mentiras o restricciones.
Verde… celos por un amor estable.
Azul… significa tristeza, se apagó la llama, falta de sensualidad.
En la antigua Roma eran muy aficionados a los carros y a los combates. Las cuadrigas se repartían por equipos y se diferenciaban por colores, que en un principio fueron blancos y rojos (‘albata y russata’). Más tarde se sumaron los azules y los verdes (‘veneta y praesina’). Como ejemplos, los emperadores Vitelio y Caracalla por los azules y el de Calígula, Nerón y Domiciano por los verdes, que han sido reconocidos por la historia como verdaderos ‘hooligans’ de la época.
Hasta nuestras alertas son de colores. Sí, esas que nos previenen de aludes, deshielos, fenómenos costeros, galernas cantábricas, nevadas, nieblas, lluvias, olas de calor y de frío, polvo en suspensión, rissagan (Baleares), temperaturas extremas, tormentas (incluidas las tropicales) o vientos.
Son cuatro los niveles básicos o lo que es lo mismo, el grado de preparación de la población para hacer frente a la ‘rareza’ de los fenómenos:
La alerta verde nos indica que no existe ningún riesgo meteorológico.
La alerta amarilla también apunta a la carencia de riesgo para la población, aunque sí para una actividad concreta en una conurbación (conjunto de ciudades próximas, fusionadas por el crecimiento de una región).
La alerta naranja representa un riesgo meteorológico importante con cierto peligro para las actividades normales.
La alerta roja es el más alto nivel de amenaza en diversos sistemas de información y nos advierten de un determinado tipo de emergencia o de riesgo extremo, por tratarse de fenómenos poco habituales o de intensidad excepcional. Literalmente, se refiere a la iluminación de color rojo utilizada para señalizar un peligro.
Las erupciones volcánicas también ‘visten’ a sus ‘modélicos ejemplares’ de colores. Así las efusivas dan nombre a los volcanes rojos y las explosivas a los grises. De las primeras destacamos el Kilauea y el Mauno Loa (Hawai), el Etna (Sicilia) o el Pitón de la Fournaise (Reunión, isla al este de Madagascar, que pertenece a Francia). Y de las segundas, el Pinatubo (Luzón, isla de Filipinas), el Krakatoa (Indonesia), el Mayon (Filipinas) o el Merapi (Java, isla de Indonesia).
Existen un sinfín de refranes muy ligados a la climatología, que auguran drásticos cambios meteorológicos (lluvia, viento, buen tiempo…) y en ellos se apoyan muchas de las predicciones populares (‘cabañuelas’, ‘día de la estrella’, ‘noche de San Juan’…):
“Atardecer rojo, mañana gris: viajero te puedes ir”; “Atardecer gris, mañana rojo; saca el paraguas que te mojas”; “Luna con cara roja viento sopla”; “Blanco hielo es de lluvia mensajero”; “Blanca helada, mensajera es del agua”; “Norte, claro, sur oscuro, aguacero seguro”; o “Cielo rojo al amanecer es que el mar se ha de mover”.
Acabaré este artículo con una amalgama de colores. La que configuran nuestros prados, valles o esos campos ataviados con sus inmensos mantos floridos de distintas tonalidades:
Las amapolas o las plantas Suaeda (llamada la “playa roja” en China), ambas rojas; la canola de Luoping en China, la colza, el diente de león o los girasoles, todas amarillas; la morada lavanda; las violetas de Toulouse en Francia, conocida como la “Ciudad rosa”; el musgo al pie del Fujiyama en Japón o los campos de paraguayos de Aitona (LLéida) de color rosa; los campos multicolores de tulipanes en los Países Bajos; o las “Orejas azules de bebé” (‘Nemophila azul’) del parque Costero Hitachi en la colina Miharashi de la Prefectura de Ibaraki en el este de Japón… son algunos vistosos y relajantes ejemplos.
Una cita del gran dramaturgo, poeta y novelista alemán Johann Wolfgang Goethe resume todo lo escrito: “Al entrar en contacto con un color determinado, este se sincroniza de inmediato con el espíritu humano, produciendo un efecto decidido e importante en el estado de ánimo” … aunque yo me quedo con la poetisa inglesa Leight Hunt: “Los colores son la sonrisa de la naturaleza” … ¡qué gran verdad!
Les dejo como ‘tarea’ que completen este capítulo. ¡Seguro que lo mejorarán!
P.D.: Alcarraza (vocablo árabe ya olvidado). Se trata de una vasija verde con asas (especie de botijo), que seguía la tradición de los alfareros cordobeses de la época califal. Se fabricaba en arcilla porosa y poco cocida, la cual dejaba salir cierta cantidad de agua y esta, al evaporarse, enfriaba la que quedaba dentro. En definitiva, mantenía fresca el agua.
Juan de León Aznar… pasada ya media cuesta de enero’2023


