La Columna de Don Juan León | “Te prestan un paraguas cuando brilla el sol y exigen que se lo devuelvas cuando empieza a llover”

La Columna de Don Juan León | “Te prestan un paraguas cuando brilla el sol y exigen que se lo devuelvas cuando empieza a llover”

 Si reflexionamos sobre el ingenio o la sabiduría nos metemos de lleno en el terreno de la inteligencia, arañando, escarbando, ‘escardando’ o excavando en la comprensión y el conocimiento, que son los conceptos que arrastra.

     Es una clara referencia a la acepción latina ‘intelligere’, que es la capacidad de entender las cosas. Se trata de una idea subjetiva, ya que nos muestra un conjunto de habilidades mentales y socioemocionales que nos orientan a obtener nuestras metas propuestas en diferentes ámbitos de nuestra existencia.

     Creativa, colaborativa, corporal kinestésica, emocional, espacial, existencial, interpersonal, intrapersonal, lingüístico-verbal, lógico-matemática, musical o naturalista.  Esta retahíla o batería de vocablos nos enseñan o explican las clases o tipos de inteligencia existentes y que dan pie al anecdotario cuarentaidós.

     Pero, ¿no han reparado en que se escucha con harta frecuencia o asiduidad esta frase?: “Este niño no es inteligente, porque no está capacitado para los estudios”

     Les pongo el siguiente ejemplo gráfico: 

     A un talentoso sujeto, totalmente apto para los libros, le toca una fortuna tras un ‘pelotazo loteril’ y lo invierte en una empresa de mantenimiento. Asediado y asaeteado por proveedores, ‘consejeros’, gestores y aprovechados, lleva el negocio a la quiebra a los pocos meses. ¿Qué ha ocurrido? Sencilla y llanamente, que no tiene el modelo de inteligencia que requiere este menester. Mi consejo sería… ¡que siga estudiando! 

     “Cuando se apunta a la Luna, el tonto se queda mirando el dedo”. Este proverbio chino nos adoctrina de que hay que tener una buena visión de la realidad para discriminar entre lo esencial y lo superfluo.

     El matemático, físico y teólogo francés Blaise Pascal ahonda en el tema: “Vale más saber alguna cosa de todo, que saberlo todo de una sola cosa” … ya que así nos convertiremos en técnicos, pero jamás en pensadores.

     Si a un ágil y selecto intelecto lo sazonamos con unas gotas de mordacidad y lo espolvoreamos con un pulcro estilo literario, obtendremos un escritor, orador y humorista como Samuel Langhorne Clemens, más conocido por su seudónimo Mark Twain (Florida, Misuri, Estados Unidos, 1835; Stormfield, Redding, Connecticut, Estados Unidos, 1910), que escribió obras de gran éxito y fama mundial como “El príncipe y el mendigo” o “Un yanqui en la corte del Rey Arturo”, pero sobre todo por su novela “Las aventuras de Tom Sawyer”

     Es nuestro protagonista un personaje prolijo en apetitosas, cuantiosas y pingües anécdotas, entre las que selecciono seis de ellas: 

     Se quejaba a los que estaban levantando un muro para rodear un cementerio, diciéndoles:

     “¿Para qué un muro si los que están dentro no pueden salir y los que estamos fuera no queremos entrar?”.

     Preguntado nuestra ‘estrella’ sobre la diferencia que existe entre los términos error y desacierto, respondió:

     “Si se sale de un restaurante con un paraguas de algodón, dejando olvidado el propio, que es de seda, eso es un desacierto. Si, en cambio, se sale con un paraguas de seda, dejando olvidado el propio, que es de algodón, eso es un error”.

     Cuando cumplió setenta años, le preguntaron cómo había podido vivir tanto, siendo, como era, un fumador empedernido:

     “Porque desde que comencé a fumar me propuse, y lo he cumplido, no fumar mientras duermo”, contestó.

     A su íntimo, amigo, el obispo de Hartford (capital de Connecticut, Estados Unidos) le dijo un domingo, tras el oficio religioso:

     “El sermón que has pronunciado hoy lo tengo en un libro palabra por palabra”.

     El prelado, entre sorprendido e indignado, negó rotundamente que él hubiera copiado el sermón. 

     “Pues yo te demostraré que tengo razón”. Y le envió un diccionario.

     Un pedante le preguntó si era bueno para la inteligencia comer pescado, por el fósforo que contiene, y se encontró con esta respuesta:

     “Sí que lo es, y a usted, con dos o tres ballenas, aunque no sean de las más grandes, creo que le será suficiente”.

     Los tratos de nuestro personaje con los banqueros, no debían haber sido muy afectuosos porque solía decir de ellos:

     “Te prestan un paraguas cuando brilla el sol y exigen que se lo devuelvas cuando empieza a llover”.

     Dos profundas citas ponen el colofón a este anecdotario. 

     Una es de la novelista y periodista francesa Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant (1804 – 1876), conocida por su pseudónimo George Sand, y una de las escritoras más notables del siglo XIX en Europa:

     “El pensamiento es el corcel, la razón el jinete”, que nos revela una gran  ambivalencia entre el pensamiento y el raciocinio.

     La segunda es del poeta, dramaturgo y novelista francés Víctor Marie Hugo (1802 – 1885), considerado como uno de los más importantes en lengua francesa:

     “Las inteligencias poco capaces se interesan en lo extraordinario; las inteligencias poderosas, en las cosas ordinarias”.

Juan de León Aznar … metido de lleno en el otoño’2024

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