
La Columna de Don Juan León | “Una vida ociosa es una muerte anticipada”
¿Ocio o entretenimiento? Indudablemente son acepciones muy similares, ya que están íntimamente enlazadas para no ejecutar acciones cotidianas como trabajar, comer, dormir o tareas domésticas, y sí consagrarnos a hacer lo que nos gusta o dedicarnos al crecimiento personal
En definitiva, el ocio es el tiempo libre o el de los consumidores… y el entretenimiento es una actividad que se nos ofrece.
El ocio puede ser activo que conlleva actividades que enriquecen nuestra persona como el teatro o la lectura; o pasivo, que es el que emplea un individuo en actividades recreativas como juegos, pasatiempos o hobbies, que consiguen evitar el aburrimiento y evadirnos o alejarnos de nuestros diarios compromisos o preocupaciones; pero siempre, conlleva la dulce libertad de las exigencias del trabajo.
El gran dramaturgo, novelista, poeta y filósofo alemán Johann Wolfgang von Goethe (1749 – 1832) nos deja dos aljófares sobre el defecto de la ociosidad o la pereza:
“Una vida ociosa es una muerte anticipada” o “El día es excesivamente largo para quien no lo sabe apreciar y emplear”.
Pero me voy a centrar en algo que realizamos por tiempo limitado con el objetivo de descansar, divertirnos o disfrutar de experiencias agradables. Me refiero al turismo, y como muestra vale un botón, me voy con nuestros romanos y saber qué hacían.
¡Ah! Y de paso, me adentro en el anecdotario ochenta y cinco.
Turismo tiene una raíz latina, ya que procede del verbo tornare, que significa ’volver o hacer girar’, lo que implicaba un viaje de ida y vuelta y que tenía lugar sobre todo en época veraniega o estival. Se iban al ‘pueblo’, huyendo del fragor de Roma (tráfico y ruido) y el ‘chalecito’ junto a la playa era la escapada apetecida y escogida por césares y familias patricias ricas y acomodadas.
Claudio Nerón y su tío Cayo César Calígula nacieron a unos 50 km al sur de Roma, concretamente en Anzio (pequeño pueblo de pescadores).
Los nobles, por halagar a sus emperadores, levantaban allí sus villas buscando favores y, a su vez, tranquilidad y reposo. Uno de ellos fue Cayo Mecenas, el gran impulsor de las artes y asesor de César Augusto, con quien tenía una gran amistad… hasta que descubrió el encaprichamiento ‘real’ con su esposa.
Calígula mandó construir galeras de cedro que componían un conjunto naval de recreo de lo más vistoso con velas de seda carmesí, con piscinas y jardines en cubierta y un solárium en popa, amén de contar con atractivos programas de fiesta, recorriendo la costa de Campania (frente a Nápoles). Hoy lo llamamos “cruceros”.
La afluencia turística de Anzio desapareció con la caída de Roma.
En 1944, aquellas tranquilas aguas se convirtieron en campo de batalla durante la II Guerra Mundial, ya que allí se produjo el desembarco aliado para liberar a Italia del fascismo.
¿El sueño del resto? Una casita con jardín, sol, temperatura agradable, apetitosas viandas, buen vino y relax. Rivalizaban en pomposidad y lujo. Sicilia fue uno de los destinos favoritos, pero perdió interés por las Guerras Púnicas (contra cartagineses).
Otros se fueron al interior como Servio Sulpicio Galba, sustituto de Nerón, que había nacido en Terracina y pasaba el verano en Tusculum en los montes Albanos a 25 km., de Roma. Disfrutó poco porque lo decapitaron y enterraron su cabeza en su mansión de recreo.
Fue el primero de los cuatro emperadores, que murieron en el 69.
Vespasiano sobrevivió a ese fatídico año y su gran trajín militar era mitigado por las aguas y los masajes en las termas de Cotilla (Campania).
Tívoli, cercana a Roma, despertó grandes pasiones en Publio Elio Adriano y se aprovecharon sus bosques y fuentes naturales para las construcciones patricias.
Ni mar ni monte, sino a orillas del lago Averno (cráter de un volcán relleno de agua gris y tranquila en los llamados Campos Flégreos a 20 km de Nápoles) era otro de los destinos o el lago Lucrino, donde veraneaba el gran Marco Tulio Cicerón.
El emperador Tiberio descansaba en Capri y motivó la frase ‘montar un tiberio’ (orgías en “Villa Jovis”) en los últimos días de su mandato, después de dejar el trono a su nieto Calígula.
El autor de la “Eneida” entre otras grandes obras, Publio Virgilio Marón, tenía casa en Roma y otra de verano en Nola (Nápoles, entre el Vesubio y los Apeninos) y el principal poeta lírico romano, Quinto Horacio Flaco, poseía una casita de campo en los montes Sabinos. Ambos fueron beneficiados por el mencionado Mecenas, aunque Horacio gozaba de tal amistad, que está enterrado junto a él.
Los romanos también contaban, allá en la Antigua Roma, con juegos de mesa con componentes de estrategia para desarrollar habilidades mentales, De ahí las fichas encontradas recientemente en el yacimiento de Adrianópolis (Edirne, Turquía).
Perece ser que se trata de un conocido juego de mesa romano, Ludus Latrunculi, así como otros similares a los contemporáneos como el ajedrez o el backgammon.
Este último combina el azar con conocimientos estratégicos para conseguir sacar fichas del tablero antes que el rival. En España se llama tablas reales, chaquete o chanchullo.
Como “el monstruo de la naturaleza o fénix de los ingenios” era conocido el gran dramaturgo y poeta español Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562 – 1635), una de las figuras más relevantes de nuestro Siglo de Oro, que nos dejó esta lindeza:
“Soy rey de mi voluntad; // no me ocupan los negocios, // y ser muy rico en ocios // es suma felicidad.”.
Juan de León Aznar… mediando noviembre’2025… ¡y yo con estos pelos!
(Por nombrar tantos personajes he omitido fechas para no resultar tedioso)


